La autora reconoce en los avances científico-tecnológicos y en la aparición de la democracia y los Derechos Humanos, dos factores que marcan la reflexión bioética. La bioética es revolucionaria pues es un espacio en el que se encuentran la ética y el pensamiento humanístico, por un lado, y los conocimientos científicos y los avances tecnológicos, por otro. La bioética está interesada profundamente por la vida, esto puede reconocerse en sus tres ejes de interés: el ecológico, el médico (que comprende la atención a la salud y la investigación biomédica), así como la investigación biotecnológica.
En gran medida, la bioética ha significado el cuestionamiento a la ciencia: por encima del prejuicio de que las ciencias están divorciadas de los ámbitos ético, moral y político del hombre, la transformación del mundo por la tecnología ha hecho posibles, por ejemplo, las técnicas de fertilización in vitro, las prótesis robóticas y hasta el tratamiento y diagnóstico de enfermedades con nanotecnología; logros que llevan aparejados problemas, por ejemplo, de justicia distributiva y políticas públicas; tal vez, la problemática más obvia y urgente, es la del daño que nuestros avances tecnológicos han causado al medio ambiente: la contaminación del agua y el aire, la ruptura de la capa de ozono, la extinción de especies animales y vegetales, etcétera. A la luz de lo anterior, la tecnociencia “no es neutral, está inserta en el ámbito de los valores, es responsable ante la sociedad, y tiene que aproximarse a una reflexión ético-filosófica para orientarse en el marasmo de valores éticos, morales, religiosos, políticos y económicos de la sociedad.” La bioética es el ámbito interdisciplinario y de reflexión crítica al que la ciencia y la biotecnología pueden acercarse para orientarse en su dimensión ética, moral y política.